jueves, 31 de diciembre de 2009

De un suspiro. Todo nació de un suspiro del viento sin saber su procedencia. Pero lo importante es que todo nació de un suspiro, todo. En ese todo apareces tú. Como una mínima mota de polvo en un viejo desván. A simple vista, insignificante. A simple vista, todo era insignificante. Nada tenía su razón de estar. Nada ni nadie sabía bien cual era su lugar, si es que realmente tenían un lugar que ocupar, porque todo a simple vista...era insignificante. Pero gracias a otro suspiro del viento, lo insignificante comenzó a tomar protagonismo y se convirtió en imprescindible. Esa mínima mota de polvo era imprescindible en ese viejo desván, ya que ese viejo desván estaba compuesto única y exclusivamente de motas de polvo como tú. Ese segundo suspiro le dio luz a las estrellas para iluminarte. Movimiento al mar para perderte en su inmensidad. Voz al viento para susurrarte palabras hermosas a tu oído. Oscuridad a la noche para facilitar tu secretismo, y belleza al amanecer para verte reflejada en el Este. Libertad para elegir tu destino. Libertad para errar una y otra vez.

Un suspiro lo creó todo, y otro, le dió importancia al primero. Te dió importancia a ti. Y tú me creaste a mí, dandome la importancia que merezco. Ni mucha ni poca. Simplemente, la que merezco. Tú fuiste mi primer, mi segundo y mi eterno suspiro, al menos hasta los tiempos que corren. No se lo que harás conmigo en un futuro, mi preciada creadora. Pero lo que está claro, lo obvio, es que sin tí, no habría futuro. Ni pasado. Ni este maravilloso presente.